VCF | Mi plantilla de la década

Parte I (Portero y defensas)

PORTERO

Diego Alves. El mejor parapenaltis de la historia del fútbol español comenzó su periplo como valencianista en disputa por la titularidad con Vicente Guaita, en gran estado de gracia a principio de la década. La posterior bajada de rendimiento del torrentino y las buenas actuaciones del meta brasileño, de grandes reflejos y estilo espectacular, acabaron por encumbrar al hoy cancerbero de Flamengo a una titularidad que encontró su punto álgido en la temporada 2014-15. De no ser por sus numerosas lesiones, que le mantuvieron apartado del once en un tramo importante de la 2013-14 y la 2015-16, hubiera engordado considerablemente sus cifras como murciélago. Para el recuerdo quedará su actuación en Mestalla contra el Chelsea en la fase de grupos de la Champions 2011-12, donde desesperó al equipo que acabaría alzando el trofeo.

Neto. Procedente de la Juventus de Turín, Norberto Murara cierra el círculo de porteros brasileños esta década en el club de Mestalla; la posición, paradójicamente, que ningún niño quiere ocupar en Brasil. En cuanto a sobriedad y condiciones, es quizás el mejor arquero que haya vestido la blanquinegra desde Santiago Cañizares. Aunque comenzó dubitativo y falto de ritmo, pronto comenzó a mostrar un despliegue de salvadas y estiradas pocas veces visto. Su mayor debe quizá fuese que no movía ni un músculo si no se veía con opciones de llegar a los balones, amén de los enfados por ciertas suplencias que a su juicio le costaron el Mundial; pero Neto fue un arquero que, en resumidas cuentas, desde la seguridad que otorgaba a una defensa que jugaba más tranquila con él detrás, daba puntos a su equipo. Tan simple y tan difícil.

CENTRALES

Mathieu. Lo peor de Jérémy fue que tardó tres años y medio en encontrar su posición ideal. Como lateral izquierdo fue la máxima expresión del término 'normal' hasta que llegaba el minuto 70, cuando su físico le recordaba que quizá lo más conveniente era dejar el tabaco. Con la explosión de Jordi Alba muchas veces fueron alineados juntos, jugando el francés de extremo. Esta, a priori, inusual banda izquierda acabó teniendo recorrido sobre todo en partidos de enjundia, y aunque el doble lateral sonase a defensivo, es de justicia decir que fue una de las bandas izquierdas más entretenidas y eléctricas que el aficionado che ha podido disfrutar esta década en Mestalla -sobre todo contra el Barcelona, paradójicamente club de destino de ambos-. Con todo, la posición ideal de Mathieu la descubrió Ernesto Valverde a mediados de la temporada 12-13, cuando tenía a casi todos sus centrales en la enfermería. Muchos esperábamos que ese lugar lo ocupase Cissokho, más lento y tosco, y Mathieu siguiera en la banda, pero el ex del Toulouse con su estatura, velocidad, entradas a ras y salida de balón nos recordó, en tiempos de Ramis y Dealberts, lo que era ser un buen defensa central.

Otamendi. El sueño de una noche de verano. Viendo al 'General', apodo que le puso la parroquia mestallera, los que no tuvimos la edad de apreciar el encanto defensivo de Ayala sentíamos que era lo más cercano a las descripciones que hacían nuestros mayores del 'Ratón' que íbamos a ver nunca. No especialmente alto pero potente como un buque mercante, parecía no haber duelo aéreo que el ex de Vélez no pudiera ganar, regates que no pudiera aguantar, balones que no pudiera cortar y disparos que no pudiera bloquear, todo esto haciendo gala de un estilo llamativo en el que cualquier técnica o parte del cuerpo era válida en pos del servicio al equipo. Además, fue uno de los máximos goleadores de un tramo final de temporada al que el equipo llegó con la reserva para meterse en Champions. Lamentablemente, los cantos de sirena citizen se lo llevaron en un verano tan tenso como los trámites de su llegada, envuelta en un cupo completo de extracomunitarios, un Oporto que no lo quería, una cesión al Atlético Mineiro y un precio (13 kilos) que desató las suspicacias del sector periodístico contrario a la dirigencia: "¿QUIÉN PAGA A OTAMENDI?"

Garay. La pareja de Otamendi en la selección argentina debía haber llegado un año antes, en el de la marcha al City de su compatriota. Al final, llegó con las prisas y los millones de un último día de mercado en 2016, cuando, tras cerrar la operación de Martial al United, Jorge Mendes decidió que ya no tenía quehaceres más importantes y podía ayudar a Suso García Pitarch en sus labores como director deportivo che. Con esa desconexión tan flagrante directiva-césped, se entiende el fichaje de un central de área portentoso para un equipo que iba a jugar a campo abierto con Ayestarán. Tras esa temporada tan aciaga, en la que se llegó en puntuación de descenso al parón navideño, Garay pudo justificar los más de 20 millones que se desembolsaron por él convirtiéndose en el jefe de la retaguardia de Marcelino, que traía un libreto que combinaba a las mil maravillas con sus cualidades defensivas. Al rosarino solo le faltó no ser de cristal para haber calado más entre el público, pero debe ser destacable que además de su calidad futbolística hace siempre mejor a quien lo acompaña en el eje de la zaga, erigiéndose en metrónomo. Su edad y haber alzado la voz en el abrupto despido de Marcelino pueden complicar una renovación que, a día de hoy, debería ser prioritaria.

Gabriel Paulista. Petición expresa de Marcelino tras haber contado con él en Villarreal, 'O Guerreiro' viene aportando desde su aterrizaje la cuota de lucha, carisma y espíritu competitivo necesarios para que el nexo del equipo con la grada sea más inmediato, palpable e ilustrativo. Rey de la anticipación, de no dar un balón por perdido y, desde el flanco izquierdo, poseedor de una salida de balón absolutamente infravalorada (buena parte del gol de Gameiro en la Copa del Centenario es cosa suya), a Gabriel quizás le falta una mejor medida de los centros laterales y un poco más de cabeza fría en ciertas situaciones del juego para completarse como central de absoluta jerarquía. No es menos cierto que esa locura y esa cara de pocos amigos, que ya son señas de identidad inconfundible, son las que dentro de varios años, cuando el Valencia pase por otra mala época dentro de su crónica ciclotimia, el aficionado medio sacará a relucir como muestra de lo que le falta a la plantilla de turno. Si sigue más años, está predestinado a marcar una época.

LATERALES

João Pereira. Llegó a Valencia uno de los mejores laterales derechos de Europa por la irrisoria cifra de 3,5 millones pocos días antes del comienzo de la Eurocopa 2012, donde dejó muestras de que no iba a ser uno de esos muebles que venían a cubrir las posiciones menos importantes del campo y a los que tan acostumbrados estaba la parroquia che. El portugués lo tenía todo: canchero desde el día en que nació y pillo hasta la extenuación, era un dolor de muelas en defensa, ponía todas las artimañas habidas y por haber en pos del equipo y, en ataque, daba gusto ver a alguien en esa posición a quien no le quemase el balón en los pies. Clásico ejemplo de futbolista que odias si no está en tu equipo y amas si defiende tus colores, podría haber prolongado en Mestalla su defensa aguerrida, sus ágiles subidas por banda y sus buenos centros con el empeine de no ser porque cambió a Jorge Mendes por su competencia directa en temas representativos. El gigante portugués, vía Nuno, le condenó a salir.

Wass. 'El gran danés' es, quizá, el viejo anhelo futbolístico que había en Mestalla en los últimos tiempos. Llegó procedente del Celta de Vigo semifinalista europeo -donde había sido capitán general del centro del campo- por la amable cifra de 6 millones de euros, siguiendo la estrategia empleada con Pereira de ficharlo a un año del fin de contrato. El de Gladsaxe no llegó con la vitola del típico danés técnico, de los Lauridsen, Arnessen, Laudrup, Eriksen o, incluso, Krohn-Dehli, pero a nadie se le escapaba que desde el interior derecho céltico hacía funcionar a uno de los mejores equipos del campeonato. Además, su golpeo de larga distancia, a balón parado y los centros al área eran una delicia, despedidos por un guante de seda que ponía el esférico donde dictase su cerebro. Nada más lejos de la realidad, al llegar a Mestalla ávido de Champions olvidó por completo el jugador que era para convertirse en una navaja suiza que según la necesidad puede cubrir, con notable alto, las posiciones de mediocentro posicional, interior derecho e izquierdo y, donde más ha jugado, lateral derecho. En un ejercicio de pundonor constante, de representar al irreductible valencianista en el césped, de buen acompañamiento de la jugada y de no destacar en nada pero hacer casi todo bien, Wass además ya ha sumado 4 goles y 9 asistencias. Para mí, una de las sorpresas positivas del Centenario.

Jordi Alba. En plena vorágine valencianista en la que se vendía a todo aquel que supiese dar dos pases seguidos, muchos pensamos que con Jordi Alba (a quien considerábamos de los nuestros por haberle rescatado para el fútbol, subirle a Primera División, cambiarle de posición y con ello la vida y haberle asentado como titular en la Selección) podía ser diferente. Y como los sueños sueños son, tardamos tiempo en querer aceptar las sutiles largas que el de l'Hospitalet daba cada vez que se le preguntaba por la renovación. Empezó como extremo, donde lejos de despuntar -recuerdo un fallo clamoroso cara a puerta en Pucela- tuvo la curiosa suerte de que un defensa del Brujas la tomó con Mathieu dejándolo en el dique seco para tres meses, haciendo lo propio Bruno Saltor en la siguiente ronda contra el Werder Bremen de Özil. Al descanso le sustituyó Jordi Alba y ya nunca más se movió de ahí. Quizá esa sustitución fue la precursora del lateral moderno, un estilo de carrilero reconvertido muy extendido a lo largo de la década. Su llegada a una Selección que contaba con Capdevila y Arbeloa en los costados era cuestión de tiempo, y antes de las semifinales de la Eurocopa 2012 contra Portugal el Barça, de cuya cantera lo echaron por bajito, lo fichó por 14 millones. Allí se convirtió en el mejor lateral izquierdo de su historia.

Gayà. Como dijo Rafa Lahuerta, autor del imprescindible La Balada del Bar Torino, tras clasificar a octavos en el Johan Cruyff Arena, el de Pedreguer es el hilo que teje la historia. Tras la salida de Bernat al Bayern en 2014, Rufete tenía en el joven alicantino la solución para un equipo que se había quedado sin un lateral joven, valenciano y de proyección mundial. Ofensivamente, aquella primera temporada completa de Gayà en el primer equipo es quizá la mejor que un lateral haya hecho esta década en Mestalla. Con una velocidad endiablada, unos recursos ofensivos infinitos y un gran centro al primer palo, el joven de 19 años se había convertido en uno de los principales focos ofensivos de su equipo, llegando a protagonizar un tenso culebrón con el Real Madrid de fondo que acabó con el chico renovando y subiendo su cláusula de rescisión a 50 millones. Las dos siguientes temporadas, las peores del Valencia desde el descenso en el 86, le arrastraron junto a una lesión en el pubis. Perdió la chispa ofensiva y afloraron sus carencias defensivas. Con Prandelli fue relegado al banquillo por su condición de joven, pensando que el inefable Siqueira sería la solución. Tras esos dos años negros se dejó barba y peinado militar, y bajo la batuta de Marcelino, se puso un cuchillo entre los dientes y afloró en él un mal café que le ha convertido en un muro impasable, de carácter aguerrido e incombustible: el auténtico y legítimo heredero de Carboni. A partir de ahí, ha construido de nuevo el fútbol ofensivo que siempre ha tenido en sus botas. Con 25 años y más de 200 partidos a sus espaldas, el '14' está llamado a alcanzar a Arias y Fernando. Se lo merece como ninguno.


Kike Cervera | @kikecervera_

Kike Cervera | quicerto@gmail.com | Valencia
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